martes, 23 de agosto de 2011

Te escondiste en un rincón.

Esperé hasta que me fuera... Me quedé allí, inmóvil, como si el tiempo no funcionase, y observaba como me alejaba. Miraba fijamente, en aquella estela del tiempo pasaban los segundos... Pero allí estábamos, separándonos, como si del destino se tratase. Empezaron a temblar mis manos, y vi como se acercaba el miedo, miedo de no volver más allí, de pasar una vida entera sin tu sonrisa. Cuando te perdí, el miedo ya estaba allí. Desde aquél momento no ha pasado ni un sólo día en que no me pregunte lo que de verdad me importa. Dejaste una huella en mi corazón, la hora y el día en que me marché.

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